La sabina pinera

La Sabina Pinera

Un capricho de la  naturaleza

A la salida del segundo estrecho de la Hoz, y en la ribera izquierda del río Mijares, se encuentra la sabina pinera de Formiche Alto, un curioso fenómeno de la naturaleza, posiblemente único, formado por una sabina en cuyo tronco nació y crece un esbelto pino.

El grado de unión es tal que, de no saberlo, parecen un solo árbol.

Seguramente el fenómeno se debe a un piñón que cayó accidentalmente en el alto del tronco de la sabina, en el receptáculo que suelen forman sus ramas principales, que germinó y desarrollo sus raíces por el corazón del tronco de la misma, muchas veces hueco, hasta llegar a la tierra.

El grado de unión de dos especies diferentes, sabina y pino, su rareza y la simbología fálica del pino han hecho creer que trae suerte, que posibilita los amores difíciles y que aumenta o trae la fertilidad.

La Asociación pasa todos sus números de lotería por la Sabina y aunque no ha tocado ningún premio gordo, el reintegro y la pedrea suele acompañar.

El fenómeno ha generado curiosidad y son numerosos los visitantes que se acercan para verlo o para reclamar algunos de los favores, que la creencia popular dice poseer.

La sabina tiene una edad estimada de 240 años, finales del siglo XVIII, y el pino alrededor de 70.

El acceso hasta la misma es difícil, aunque actualmente se halla marcado y se ha realizado una senda.

Leyenda de la sabina pinera

«Erase un pino en lo alto del estrecho que se enamoró de la sabina que había en la ribera del río. El pino intentó que sus raíces crecieran mucho para poder llegar a acariciarla, pero la distancia y las impenetrables rocas del escarpado monte se lo impidieron.

Sin desanimarse, el pino comenzó a desarrollar largas ramas para que el viento al rozarlas creara melodías para seducir a su amada.

Al cabo de los años lo consiguió y la sabina al escucharlas también se enamoró del pino. Una vez al día el sol proyectaba la sombra del pino sobre la sabina, y parecía que se se acariciaban.

Pero no podían tener descendencia común, algo que ambos deseaban, así que la sabina con sus ramas centrales formó un receptáculo para intentar que quedara atrapado en las mismas algún piñón del pino.

Al cabo de los años su deseo se cumplió al caer un pequeño y alado piñón, que germinó y la sabina cuidó y sigue cuidando maternalmente.

El pino creció y, sobresaliendo entre las hojas de la sabina, logró ver al pino padre, el cual murió un crudo invierno al ser derribado por el peso de la nieve posada en las largas ramas que un día desarrolló para enamorar a la sabina.»