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El sabinar de Formiche Alto

El sabinar de Formiche Alto conforma un elemento básico de su paisaje. Las sabinas están en todas partes, donde quieras que vayas, pegadas al suelo y caprichosamente repartidas, tapizando nuestros montes.

Son resistentes a las condiciones extremas de aridez, insolación y fuertes contrastes térmicos. Se adaptan a los suelos pobres y pedregosos. Tienen una alta capacidad de superar el ramoneo de los herbívoros y de rebrotar tras el fuego o la tala.

Pueblan las cumbres montañosas azotadas por la ventisca y castigadas por las nieblas invernales; también los cantiles rocosos, laderas pedregosas, solanas y ambientes degradados, siendo componentes especialmente valiosos para la cobertura vegetal del suelo y una promesa de futuro.

Son matorrales o arboles de hojas verdes persistentes, pequeñas, escamosas y dispuestas apretadamente en las ramillas, resinosos, que producen unos pequeños frutos carnosos esféricos denominados gálbulos, bayas globosas, indehiscentes, es decir, que no se abren para liberar las semillas, florecen en primavera.

El cuervo es la principal ave que favorece la diseminación, de forma que cuando ingiere sus frutos los mezcla con los jugos gástricos de su estómago, disolviendo las resinas que contienen y garantizando una nueva generación de sabinas cuando éstos son defecados.

Las sabinas pertenecen a la familia de las cupresáceas y junto con los enebros integran el género «Juniperus», término latino que se cree derivado del celta «jeneprus», (rudo, áspero), haciendo referencia a las características de su follaje. Se trata de especies de lento crecimiento, pero gran longevidad.

En Formiche podemos encontrar tres especies de sabinas:

– Sabina negra o negral (Juniperus phoenicea)
– Sabina blanca o albal (Juniperus trurifera)
– Sabina real o rastrera (Juniperus sabina)

SABINA NEGRAL.- También denominada sabina de roca, debe su nombre específico (del griego «phoinix», rojo) a sus frutos pardos rojizos cuando maduran. Esta sabina suele ir asociada a la coscoja y al pino carrasco, resiste bien la sequía, los veranos ardientes y los suelos pobres y descarnados, pudiendo crecer en fisuras de paredes y rocas. Suele presentarse en forma de arbusto ramificado desde la base, de tres o cuatro metros de altura y copa densa, oscura, oval o redondeada.

SABINA ALBAL.- Normalmente alcanza porte arbóreo y desarrolla tronco diferenciado, que llega a alcanzar los 20 metros de altura y dos o tres metros de diámetro, de forma generalmente piramidal, tiene ramas gruesas y extendidas. Sus hojas son escamosas verde-glaucas y opuestas. Sus frutos son globosos de 8-10 mmm de diámetro de color azulado, y cubiertos de pruina.

SABINA REAL.- También llamada chaparra, de porte rastrero, habitante de las cumbres montañosas, a partir de mil quinientos metros de altitud. Su follaje raramente supera el metro y se extiende por el suelo formando unos manchones característicos de los paisajes donde habita. Esta disposición le permite soportar vendavales y ventiscas. Su nombre específico provendría del latín «sabina» con el que los romanos conocían a este grupo de árboles y arbustos, de los que extraían numerosos productos medicinales, los cuales eran abundantes en el país de los Sabinos.

APLICACIONES

Desde la antigüedad, las sabinas han sido intensamente aprovechadas por sus numerosas propiedades, las cuales se convirtieron en su principal enemigo

De ellas se extraen esencias estimulantes y emenogogas.

En tiempo remotos, los griegos extraían de la sabina un alcohol, el sabinol, de acción violenta y utilizado como abortivo.

De la madera de la sabina blanca se extraía incienso, de ahí su nombre de «trurifera», productora de incienso (del latín «thus/thuris), incienso y «fero»producir).

La madera de la sabina ha sido intensamente buscada por sus aplicaciones en carpintería y ebanistería, por ser de gran densidad y muy duradera. También por ser excelente combustible. Todas estas propiedades se deben a las resinas y sustancias aromáticas que contiene la madera, que la hacen imputrescible y resistente a los insectos y a la humedad. En este sentido, la sabina albar ha proporcionado vigas y ejes de noria.

Las propiedades antisépticas, cicatrizantes, estomacales y antiparasitarias de los frutos, hojas y esencia se deben a los componentes químicos de sus resinas y su efectividad está comprobada científicamente, aunque en dosis elevadas existe riesgo de intoxicaciones

CULTIVO – La Sabina es una especie que no presenta demasiado dificultad en cuanto a su reproducción y cultivo.

Preparación del semillero: En todo proceso de siembra es muy importante tener en cuenta el estado de madurez, limpieza y conservación de las semillas. En el caso de la Sabina, la recogida de los frutos puede realizarse entre los meses de junio a agosto, y deben mantenerse en ambiente seco hasta el otoño (septiembre u octubre). Durante la recolección hay que advertir que no se encuentren taladrados por algún tipo de insecto. Antes de la siembra es recomendable poner los frutos en agua durante una semana y luego, mediante machaqueo, extraer las semillas.  Estas se dejan una semana más en agua y se da traslado posteriormente a los semilleros.

Siembra: La siembra debe realizarse principalmente en los meses de octubre o noviembre. Las semillas suelen germinar normalmente entre los 30-60 días después.

Transplante: Si la siembra se ha realizado en bandejas de semilleros, una vez que las plántulas superen los 10-15 cm de altura debe procederse al trasplante de las mismas a recipientes individuales o colectivos (macetas, bolsas de plástico, jardineras, etc.) con suficiente profundidad de tierra para que puedan desarrollar bien sus raíces.