Crónica mayo 63

Crónica del día 15 de mayo de 1963
por Pompeyo García

Todos los «hados» parecían propicios para que la fiesta que anualmente se celebra en Formiche Alto, en honor del patrón de los labradores, San Isidro, aquel año resultase algo fuera de lo normal, algo extraordinario. La fecha, el lugar, el ambiente, etc., hacía presagiar a sus ilusionados promotores el más feliz de los éxitos. Se sumaban una serie de coincidencias que bien coordinadas, auguraban un brillante resultado.

«Coincidencia» de que por aquellas fechas Formiche contara con un «tándem» de funcionarios, el Médico y el Secretario (el primero a la vez Alcalde), llenos de vitalidad e inquietudes y, por que no decirlo, un tanto «soñadores». Grandes practicantes de las relaciones públicas, incluso merecieron el honor de ser narrados por el gran novelista Francisco Candel. Conscientes de la gravedad que la emigración en aquellos momentos estaba causando a los pueblos de Aragón – y Formiche no era la excepción – se devanaban el seso buscando ideas propias y extrañas que redundaran en beneficio del pueblo que moraban.

Querían que Formiche perviviese y a fe que predicaban con el ejemplo, trayendo al mundo, casi al unísono, entre ambos, un par de «formichanos» más cada año. De sus ideas soñadoras, no todas acabaron en eso; ahí está el flamante Matadero, que lo atestigua.

«Coincidencia» de que tanto el Jefe de la Hermandad de Labradores, Sr. Montolio, como el resto de los concejales se sintieran un tanto seguros y respaldados por los proyectos que maquinaban D. Antonio y D. Ángel, que en sus rápidos desplazamientos a Teruel, a veces acompañaban introduciendose entre sus amistades, siendo correspondidos y visitados en el propio Formiche.

«Coincidencia» de que el Alcalde D. Antonio Muñoz fuera amigo y paisano de José Blasco, por aquel entonces Presidente de Agrupación Artística, cuyas actuaciones se contaban por triunfos.

«Coincidencia» de que meses antes, hiciera la presentación en Teruel, por primera vez en la historia, del Toro Embolado de Mora, con resonante éxito de taquilla, cuya organización mucho tuvo que ver el propio Blasco y el que suscribe.

«Coincidencia» de que el Gobernador de turno. D. Pablos Abril, así como ha habido reyes protectores de las letras, este lo era del folklore regional y de las fiestas populares.

Estas «coincidencias» tuvieron encauzamiento hacia un fin; hacer una «gorda» en Formiche. Y a lo fuer de sinceros hay que reconocer que sí la armamos gorda, aunque su resultado no fuese exactamente el que habíamos previsto.

Entre copa y copa, comentarios y proyectos, aquello que había nacido de una intrascendente charla de bar, fue adquiriendo cuerpo. ¡Había que hacer una «sonada» en Formiche y se haría!. Por propaganda no iba a quedar. Se le dio tantas vueltas a la bola de nieve creada que alcanzó dimensiones desproporcionadas para lo que en sí se pretendía. Llevar un torero de alternativa a Formiche ya era en sí un acontecimiento. Como complemento Esparells y sus muchachos, amenizarían el espectáculo y llenaría las horas vacías para que la juventud bailase. Como segundo plato fuerte actuación de la Agrupación Artística al aire libre al frente de Modesto Linares, de la mano de Mariano Esteban, con los grandes atractivos del gran jotero Pedrín, el malabarista Tena, Hermanas Pueyo, la guapa Menchu, Pastor, los dos Gregorios, etc. etc.. Luego la cena y después el típico toro embolado, amén del baile final.

Fueron casi tres meses de ir atando cabos. La «salsa» – como en tantas cosas de esta vida pasa – resultaba más sabrosa que los caracoles. Ya no solo actuaría Manolo Herrero, también lo haría Pepe López «El Cordobés» local. También Cantarito picaría un toro. Por «picas» no iba a quedar… Todo dependía si se encontraba o no caballos. Conforme se iba acercando la fecha, la animación iba en aumento. Se hicieron programas, donde figuraban los nombres de Niño de Teruel, Eufemio Gargallo, Juan A. Fuertes, Ramón Bayo y Ponciano de Mora, entre otros, ya mencionados; se escribió mucho en Lucha, se habló más en la «radio» y esto hizo que aficionados y no aficionados a los toros de Teruel, de Mora y sus comarcas se dieran cita en Formiche.

Y llegó el día «D»: el 15 de mayo de 1963. Todo a punto para la gran fiesta campera, como rezaba el programa, diese comienzo. Los toros en los corrales procedentes del Val. El propio Manolo Herrero, junto con la comisión, los había escogido. Para él un toro grande con poder, el propio de un torero que quiere ser figura, para el «Cordobés» un novillete acorde con su condición de aficionado. Otro para embolar y vaquillas para el público. La plaza del pueblo había quedado como una «ascua de oro» tras una gran trabajada de sus vecinos, preparando burladeros, echando una gruesa capa de arena, para que ni los toros ni los toreros resbalasen. El dueño del único bar del pueblo había hecho acopio de bebidas que el creyó suficiente.

Pero ya la víspera, el día 14, el tiempo hizo un giro peligroso. De un ambiente primaveral y cielo diáfano, se fue pasando a unas nubes bajas que a gran velocidad pasaban lamiendo Cabezo Alto. Eran presagios de mal «agüero». El 15 apareció con nubes y claro, con viento racheado que, de hora en hora, iba en aumento., Y empezó la fiesta. Y empezaron los problemas. Lo único que salió normal fue la Misa en honor del Santo. Sobre las once fueron llegando los primeros forasteros. El bar se fue animando. Saludos, buenos deseos de que todo saliese bien, pero la euforia de casa de Brígido había desaparecido. Antes de empezar, ya los elementos nos jugaban la primera mala pasada: los carros de arena echados en la plaza, los estaba arrastrando el aire por todo el pueblo. Las cuadrillas y el picador, temerosos de lo que iba a salir por lo toriles. Todo era hacer paseos del Bar al Toril, de los toriles al bar, y pese a las copas, cada vez nos parecían más grandes los toros. No hay caballo para picar. Respiro para el picador. ¡Donde está el Alcalde? ¡Donde está el Secretario?. No, eso es cosa del Jefe de la Hermandad. «No tenemos caballo, pero si tenemos un burro. Pues … adelante con el burro. Es la hora de comer. Cada uno come lo que puede. Lo único que va abundante es el 501. Empieza a llegar gente por todos los caminos desafiando el tiempo. Los que vienen en coche se apean en el mismo pueblo, los de autobús a un kilometro de distancia. El viento en lugar de amainar cada vez arrecia más. Los que no amainan son los forasteros. Buscan consuelo en el Bar, donde reina la confusión. ¡Vienen helados!. El que desea un café tiene que conformarse con un coñac, el que quiere coñac con un vino. Los más osados echan mano de lo primero que encuentran y de ello beben. Si pagan o no pagan, eso ya es otro cantar.

¡Suena el clarín!. Las cinco y media. Va a empezar lo bueno. La plaza a tope, Manolo y su cuadrilla tapados en sus capotes portegiéndose el cierzo y de la arena que ciega sus ojos. Y sale el burel. ¡Vaya «pregonado» que hemos escogido,.. solo va al bulto!. Cuando Manolo se quiere estiran con él, vuela por los aires. Acuden al quite su cuadrilla – todos profesionales – y también todos atropellados, especialmente su padre. Manolo, pese a todo, no se arredra e intenta, una vez más, sacarle faena, pero no hay manera. El toro está más placeado que Cagancho. Se masca la tragedia.. y la arena, que va depositándose en cabeza, cejas y trajes de los asistentes. Acaba con el burel como puede y, malhumorado y cabizbajo, abandona la plaza. Le sigue la cuadrilla con el mismo humor. Empieza a respirar un tanto tranquilo el Alcalde que veía que aquello acababa de mala manera. Mientras esto pasaba en la plaza, al lado, en una entrada se está preparando un burro por cabalgadura, a la que se pone un edredón como peto, pero no hay manera de acoplar al «picador» a la silla. En cambio, el picador reserva, inexperto en estas lides, empeñado en salir. No lo dejamos. No queríamos un día de luto.

previous arrow
mayo00
mayo000
mayo009
mayo010
mayo030
mayo025
mayo075
mayo076
mayo035
mayo020
mayo060
mayo090
mayo080
mayo095
next arrow

Le toca el turno a «El Cordobés». Algún incauto hasta creyó que éste era nada menos que Manuel Benítez. Con el pánico que había creado el anterior, el viento que cada vez era mayor y dejaba a los toreros al descubierto, de aquí tampoco se esperaban grandes cosas, no obstante, a base de corazón, Pepe aún le sacó algún mantazo y lo despacho con decoro. Verdad que salió airoso de la prueba, pero a causa de este día, más tarde recibió una cornada que le tubo con muletas más de tres meses. También de ello tuvo «Formiche» la culpa.

Y vino la segunda parte. Si la primera fue mala, la segunda fue peor. Solo Esparells, contra viento y marea, dejaba oír su trompeta. Para que la Agrupación Artística actuará no había manera de terminar de preparar el escenario. Volvían otra vez las preguntas: ¡Donde está el Alcalde? ¿Donde está el Secretario? ¿Donde está el lucero?.. Aquí no aparecía ni el Lucero del Alba. Mientras las gentes querían merendar, pero salvo pocos afortunados, que tenían amistades particulares , pocos lo conseguirían. Ni comer, ni beber. Se había agotado todo. Afortunadamente, los primeros en abandonar el pueblo fueron las autoridades. Para ellos si había cena. Debía de haber habido otra para la Agrupación Artística, pero ésta no llegó a «guisarse», menos mal, que al salir de «estampía» las autoridades , estos ocuparon su plaza. A las autoridades, fueron siguiendo la mayoría de los recién llegados, que pensando en pasar un día entretenido y feliz, volvieron a sus casas helados, malcomidos y maldiciendo la hora en que se les ocurrió ir de fiesta a Formiche.

Pero aún quedaba festejo, faltaba el toro, y cenando o no cenando, fueron aún muchos lo que se quedaron en él. Y este si, este ya fue bueno. Este salió estupendo, corriendo y derrotando a diestro y siniestros. Hasta el viento parecía que aquí dejó de soplar con tanta furia. Pero aún quedaba otra contrariedad que salvar: cuando la fiesta empezaba a reanimarse ¡oh, desgracia! se va la luz eléctrica, para no volver.

Con la negrura de la noche, abandonamos Formiche, sin despedidas y alegrandonos de no vernos las caras con nadie, pero eso sí, con la convicción de que el primer propósito que nos habíamos propuesto, lo habíamos conseguido. Habíamos hecho una gorda, tanto que, a casi veinte años vista, los muchos cientos que allí estuvieron, si les preguntan te dirán con resignación:

«Si; yo también estuve en FORMICHE»