El olmo (Ulmus minor)
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Su nombre específico alude a las hojas, las más pequeñas de los olmos de Europa.
Es el árbol que durante siglos ha sido plantado, solitario, en las plazas de pueblos, masías y aldeas para que cobijara con su sombra las risas de los niños y las añoran zas de los viejos. Plantados ya por los romanos por su amplia sombrera. Los ilustrados del siglo XVIII lo plantaron en largas hileras, a los bordes de los caminos y los regeneracionistas del siglo XIX lo llevaron a los parques y jardines de las ciudades.
El olmo común es un árbol caducifolio de porte elevado y robusto, que puede alcanzar una altura de hasta 40 m. El tronco es grueso, algo tortuoso y ahuecado en los ejempla res viejos. De copa amplia, redondeada y follaje denso y uno de los mejores arboles de sombra.
Ramillas delgadas, lampiñas, con corteza lisa, de color parduzco, en ocasiones con corcho. Hojas simples, asimétricas en la base del peciolo, alternas, aovadas, puntiagudas, con el borde aserrado.
Flores precoces, agrupadas en inflorescencias de hasta 30 flores, de forma que el fruto madura y se disemina antes que las hojas estén completamente formadas.
La madera del olmo tiene el corazón marrón claro o pardo rojizo, con anillos de crecimiento muy marcados y textura algo gruesa; es fácil de trabajar, difícil de hendir y muy resistente a la putrefacción si se mantiene húmeda, por lo que se emplea en construcciones navales, pilotes de mina, y gamellas en los abrevadores y conducciones de agua.
Sus hojas se dan como forraje al ganado, sobre todo a los cerdos mezclado con harina.
Es astringente, antidiarreico, cicatrizante, demulcente, antiinflamatorio. Su población se ha reducido drásticamente al ser atacada por la grafiosis, un hongo transportado por escarabajos minadores que invade el xilema e impide el flujo de la sabia.
Toponimia de Formiche: Masía de la Omidilla o Olmedilla.